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Foto: Jake Eshelman

Reflexiones de Ernesto León
sobre la instalación Liminal Realms


(parte de la convocatoria y exposición jurada para colectivos de arte
organizada por FOTOFEST)

Silver Street Studios | Houston, Texas

5 de octubre - 17 de noviembre, 2024

La percepción artística, tal como la explora Carolina Otero a través de sus fotografías y sus otras investigaciones recientes, las entiendo como objetos inmateriales por su esencia; estos nos invitan a un tipo de reflexión que va más allá de lo visible, de ahí la inmaterialidad. Sus imágenes nos revelan un mundo que no puede ser capturado simplemente por la razón o por una lectura simple; se trata de un universo sensible y secreto, como un delicado eco de lo que nos rodea en los momentos de silencio. En este sentido, el trabajo de Carolina no solo explora la relación entre el objeto y su representación, sino también el papel del instante fugaz, congelado en una imagen que, de otro modo, se perdería en el flujo de la memoria y el tiempo. Estos objetos, paisajes, situaciones que son detenidos, y estos son muy dinámicos a pesar de que no se ven seres humanos en sus imágenes. Allí vemos capturados, como los cables eléctricos que responden al viento, texturas de paredes que cambian según el día, la hora y el segundo, se convierten en metáforas de la fragilidad de la existencia y del constante cambio al que está sometida la naturaleza. Este enfoque hacia lo efímero y lo inmaterial en las fotografías de Carolina evoca algunas de las reflexiones filosóficas de Simone Weil, una de las grandes pensadoras del siglo XX. Weil nos invita a considerar la importancia de la atención plena como una forma de percibir el mundo en su totalidad. Según Weil, el acto de prestar atención es en sí mismo una forma de oración, un proceso de vaciamiento de uno mismo para poder ver con claridad lo que es.

 

Las fotografías de Carolina, en este sentido, requieren de nuestra atención no solo para ver lo que se nos presenta, sino también para captar lo que no está presente: el cambio que sigue después de que la imagen ha sido tomada, el viento que mueve los cables, el paso del tiempo que transforma el objeto. Así, cada fotografía es una reflexión sobre la no permanencia y la capacidad del arte para hacer eterno lo efímero. La relación entre la naturaleza, el objeto y la imagen es también un tema central en el trabajo de Carolina, quien en sus investigaciones fotográficas y de dibujo establece un diálogo con su "yo" interno y externo. Carolina crea un espacio donde su dualidad se despliega de manera delicada y pura, un diálogo que se desarrolla entre el dibujo y la fotografía, dos disciplinas que en su obra parecen simétricas, pero profundamente distintas. Aquí podemos recordar a la filósofa y teórica feminista Luce Irigaray, quien propone que el diálogo es esencialmente una práctica de reconocimiento del "otro" como diferente y, al mismo tiempo, parte de uno mismo. Para Irigaray, el verdadero diálogo no es una fusión de identidades, sino una relación que respeta y celebra la diferencia.

Carolina parece comprender esta idea al dividir su "yo"; entre lo interno y lo externo, creando una tensión productiva que genera una realidad limpia, pero también cargada de complejidad. En su obra, Carolina parece presentarnos una versión visual de los diálogos platónicos, donde la conversación sirve como herramienta para desentrañar las verdades más profundas. Sin embargo, mientras que Platón utilizaba el diálogo para enseñar, Carolina lo hace de una manera introspectiva y calmada. Su "diálogo" no busca una resolución didáctica, sino una exploración poética visual. Es un diálogo con el mundo, con los objetos, pero sobre todo con ella misma. Esta introspección recuerda también a la obra de María Zambrano, quien desarrolló una "razón
poética", una forma de conocimiento que no se limita a la racionalidad pura, sino que incluye lo emocional y lo simbólico. Para Zambrano, la poesía es una forma de pensamiento que nos permite captar las verdades ocultas, esas que no pueden ser expresadas mediante la lógica convencional.

 

Carolina, al igual que Zambrano, utiliza el arte para explorar esas verdades que habitan en la penumbra, en lo no dicho, en lo no visible. Finalmente, el arte de Carolina no congela la realidad, sino que la mantiene en un estado de cambio, de flujo, como si cada imagen fuera un fragmento de algo mayor que sigue desarrollándose más allá de lo que vemos. En este sentido, podemos hablar de un arte que no es simplemente visual, sino también filosófico en su esencia. Carolina, con su introspección, nos invita a pensar en la relación entre el yo interno y el externo, mientras que, con su percepción aguda de lo inmaterial, nos recuerda la importancia de lo que no se ve, de lo que solo puede ser capturado en un instante de atención absoluta. Estas reflexiones nos conducen a una mayor comprensión de la realidad, una realidad que no es estática ni cerrada, sino abierta al diálogo, al cambio y a la interpretación infinita.


De esta manera, las obras de Carolina se inscriben en una larga tradición de pensamiento reflexivo, donde la atención, el diálogo y la introspección se combinan para ofrecer una nueva forma de percibir y comprender el mundo. En última instancia, su arte nos recuerda que la percepción no es simplemente una cuestión de ver, sino de ser capaz de captar lo que está más allá de lo visible, lo que solo puede ser entendido a través de la reflexión profunda y la conexión con el otro.
 
Referencias:


1. Irigaray, Luce. Yo, tú, nosotras: hacia una cultura de la diferencia. Madrid: Cátedra, 1992.
 

2. Zambrano, María. La razón poética. Madrid: Editorial Siruela, 2015.
 

3. Platón. Diálogos.

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